Entre los días 23 y 29 de junio, Laguardia deja de ser por unos días la que es; la normalidad abandona sus calles, todo se vuelve jolgorio y alegría, se celebran sus fiestas patronales.
Cientos de personas abarrotan todo, sus bares, sus bodegas; Laguardia es un hervidero de gente. El 23 de junio a la una del mediodía, suenan las campanas y el chupinazo anuncia el comienzo de las fiestas. Es izada la bandera en el balcón del Ayuntamiento, entre el sonido de las dulzainas y el ruido de los cohetes, comienzan unas fiestas, que terminarán con la traca final y el entierro de la barrica.
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Pero en Laguardia las fiestas no sólo son alegría y bullicio, las tradiciones también ocupan un lugar importante. El mismo día 23 a primera hora de la tarde, los Danzarines, con el Cachimorro a la cabeza, se encaminan, formando una curiosa comitiva, en busca del alcalde y del regidor síndico, a quienes conducen hasta la plaza, donde se procede a descender la bandera de Laguardia. El descenso se realiza directamente del balcón a la calle, recogiéndola uno de los empleados del Ayuntamiento, para entregársela al regidor síndico. Acto seguido tiene lugar la entrega de flores.
Tras esto, los invitados y el Ayuntamiento en Corporación, se dirigen precedidos por los Danzarines, el Cachimorro y los dulzaineros hacia la iglesia de San Juan.
Ya en la iglesia, se rinde la Bandera de la villa ante Nuestra Señora la Virgen del Pilar y el Santo Patrono, mediante la tradicional ceremonia de la tremolación de la bandera.
La mayor atracción que presentan las fiestas de San Juan, probablemente sean los encierros de reses bravas.
Al mediodía, se cierra la calle Mayor mediante barreras, y tras el disparo de tres cohetes, que son la señal, se suelta la manada; las vaquillas recorren la calle tras los mozos que, arriesgadamente se atreven a correrlas. Ya a media tarde, tiene lugar en la Plaza la lidia de estas mismas reses, en la que puede participar todo aquel que lo desee.
Hay que meterse en la fiesta y vivirla, dejarse arrastrar por la gente y saltar al ritmo de las fanfarres de calle en calle, 'echar un trago' de zurracapote (vino con azucar, limón y canela que elaboran los vecinos de la Villa para convidar a sus invitados, amigos o familiares) y seguir bailando hasta que el cuerpo aguante. Así son estas fiestas, pensadas para disfrutar.
Toda esta algarabía termina el 29 de junio con el 'entierro de la barrica', y con el estruendo de la traca final, se despiden las fiestas hasta el próximo año.